¿Y si moverse también fuera aprender? Esa pregunta guió un estudio realizado por el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), el Conicet y la red de escuelas Itínere, que concluyó que realizar 25 minutos de actividad física antes de una tarea escolar mejora el rendimiento cognitivo de los estudiantes.
El estudio fue presentado en la última reunión anual de la Sociedad Argentina de Neurociencias (SAN 2024) y mostró que quienes se movieron antes de estudiar obtuvieron mejores resultados en memoria, creatividad e imaginación que quienes no lo hicieron.
Un problema que va más allá de la salud
Más del 80% de los adolescentes argentinos no realiza suficiente actividad física, según el Ministerio de Salud. A su vez, el 36,5% de los adolescentes en América Latina tiene sobrepeso u obesidad, de acuerdo con Unicef.
Pero el sedentarismo infantil no solo tiene consecuencias para la salud física. También afecta el aprendizaje. Así lo demuestra esta investigación, que buscó responder si la escuela puede intervenir activamente en esta problemática.
Mejoras cognitivas después del ejercicio
Durante el experimento, estudiantes de escuelas Itínere realizaron una rutina de 25 minutos de actividad física antes de enfrentar desafíos escolares. Luego, fueron evaluados con herramientas científicas: el Rey Complex Figure Test para memoria visual, y el AUT (Alternative Uses Task) para creatividad.
Los resultados fueron claros. Quienes se activaron físicamente mostraron mejoras significativas en funciones cognitivas clave para el aprendizaje. “La actividad física ayudó a que tuvieran mejor performance en memoria, creatividad e imaginación”, destaca el documento.
Una herramienta transversal al aula
“El movimiento no solo mejora la salud física, también prepara la mente para aprender mejor”, afirmó Darío Álvarez Klar, director de la Red Itínere. En estas escuelas, el movimiento dejó de ser algo exclusivo de la clase de Educación Física para convertirse en un recurso pedagógico transversal.
Esto implicó reformular espacios y rutinas escolares. Los entornos fueron rediseñados para invitar al movimiento, con mobiliario móvil, alfombras, bancos bajos y sectores para sentarse en el piso. Se priorizó que los estudiantes pudieran cambiar de postura y explorar el espacio.
Una nueva forma de enseñar y aprender
“Hay estudiantes que se concentran mejor al moverse”, sostiene el informe. Desde esta perspectiva, el entorno también enseña. Y el aula tradicional, con alumnos sentados en fila mirando al docente, empieza a ser cuestionada.
Además, las escuelas incorporaron yoga, mindfulness y meditación como parte habitual de las clases. Estas prácticas ayudan a desarrollar conciencia corporal, reducen la ansiedad y mejoran la convivencia en el aula.
Deportes tradicionales y alternativos, con elección libre
Otra línea de acción fue transformar la Educación Física en un espacio de exploración. Los estudiantes pueden elegir entre disciplinas tradicionales como vóley o atletismo, o propuestas menos convencionales como acrobacias con telas y deportes alternativos.
También se institucionalizaron pausas activas para todo el personal, docente y no docente, como una forma de combatir el sedentarismo y mejorar el bienestar general durante la jornada.

Más motivación y mejor clima en el aula
Aunque todavía no se realizó un estudio formal de impacto, los equipos docentes notan mejoras. Reportan mayor participación, más continuidad en clases físicas y un mejor clima de aula, especialmente después de actividades como yoga o meditación.
Los docentes también observaron una disminución de la ansiedad e impulsividad, vínculos más fuertes entre estudiantes y más compromiso con el aprendizaje, gracias a la libertad para elegir cómo estar en clase.
Fuente: Infobae
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