Los ataques de Estados Unidos a instalaciones nucleares de Irán marcaron un punto de inflexión geopolítico. La administración Trump, tras semanas de deliberaciones diplomáticas, optó por una acción militar estratégica. Aunque el objetivo inicial era renegociar el acuerdo nuclear con Teherán, la vía de la fuerza terminó imponiéndose sobre la diplomacia. Este giro refleja una postura más agresiva y unilateral por parte de Washington, con profundas implicaciones en la estabilidad regional.

Origen e intención de los ataques
El general Dan Caine, jefe del Estado Mayor Conjunto, calificó los ataques de Estados Unidos a instalaciones nucleares de Irán como operaciones de «daño y destrucción extremadamente graves». Las ofensivas, llevadas a cabo en tres sitios nucleares, tenían como propósito desactivar amenazas inmediatas a la seguridad nacional estadounidense. Aunque Trump retiró a EE. UU. del pacto nuclear en 2018, insistió en que la acción buscaba una paz sostenible. Este argumento, no obstante, ha generado escepticismo en diversos sectores internacionales.
Poderío militar durante los ataques
Bajo el nombre de “Operación Martillo de Medianoche”, EE. UU. movilizó más de 125 aeronaves, incluyendo bombarderos furtivos B‑2 Spirit, cazas tácticos y aviones cisterna. También se desplegó un submarino con misiles guiados y plataformas ISR (Intelligence, Surveillance and Reconnaissance). Según el general Caine, el nivel de coordinación y alcance fue “inigualable en la historia reciente”.
Bombarderos B‑2 y armamento de precisión
Siete bombarderos B‑2 sobrevolaron rutas estratégicas para garantizar el factor sorpresa en los ataques de EE. UU. a instalaciones nucleares de Irán. Lanzaron 14 bombas antibúnker GBU‑57, cada una con una capacidad de penetración de hasta 60 metros antes de detonar. Estas bombas están diseñadas específicamente para alcanzar objetivos profundamente fortificados.
Misiles Tomahawk y blancos secundarios
Además de los ataques aéreos, un submarino estadounidense disparó más de 24 misiles de crucero Tomahawk contra infraestructuras estratégicas en Isfahán. Estos misiles, que vuelan a baja altitud con guiado adaptativo, son difíciles de interceptar. Su efectividad reside tanto en la precisión como en la velocidad, lo que refuerza su capacidad de neutralización de amenazas.
Repercusiones y cuestionamientos políticos
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, declaró que los ataques de EE. UU. a instalaciones nucleares de Irán no tenían como fin un cambio de régimen. La ofensiva, dijo, fue diseñada para salvaguardar vidas estadounidenses y de aliados. Sin embargo, miembros del ala más conservadora del Partido Republicano expresaron su descontento. Recordaron que Trump prometió evitar conflictos prolongados en Oriente Medio.
Escenarios futuros tras los ataques
Trump ha exhortado a Irán a sentarse a negociar y a evitar una escalada mayor. Sin embargo, el futuro es incierto. Teherán podría responder militarmente contra fuerzas estadounidenses en la región o incluso intentar cerrar el Estrecho de Ormuz. Esta vía marítima es crucial para el comercio global de petróleo. Las posibles represalias pondrían en riesgo la estabilidad energética y financiera mundial.
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