Una reciente imagen de FlightRadar24 revela zonas prohibidas en el tráfico aéreo sobre Israel, Irán, Irak y Ucrania. Estos “agujeros” en el cielo son zonas de exclusión aérea impuestas por razones de seguridad, debido a conflictos o situaciones en tierra que ponen en riesgo a las aeronaves.
En contraste, el resto del mapa muestra una densa red de vuelos comerciales que rodean cuidadosamente estos espacios. Las aerolíneas, obligadas a esquivar los conflictos, deben alterar sus rutas habituales, generando impactos en tiempos de viaje, costos operativos y logística.
La geopolítica también vuela
El cielo refleja los conflictos del mundo. Desde la invasión rusa de Ucrania hasta la reciente escalada entre Israel e Irán, los eventos geopolíticos influyen directamente en la aviación comercial.
Brendan Sobie, consultor de aviación con sede en Singapur, explicó a CNN que el cierre del espacio aéreo se ha vuelto común. “Es casi la nueva normalidad”, afirmó. Las aerolíneas han aprendido a adaptarse, pero cada conflicto añade nuevas complicaciones.
Más allá del conflicto
No solo las guerras alteran los cielos. Las erupciones volcánicas, como la ocurrida recientemente cerca de Bali, pueden representar desafíos aún mayores para la aviación. Las nubes de ceniza pueden dañar gravemente los motores a reacción, como ocurrió en 2010 con la erupción del volcán Eyjafjallajökull en Islandia, que paralizó los vuelos en el Atlántico Norte durante días y afectó a más de 10 millones de pasajeros.
Nuevas rutas, más costos
El cierre de rutas obliga a las aerolíneas a buscar caminos más largos y menos eficientes. Según Tony Stanton, director de Strategic Air, los vuelos entre Londres y Hong Kong están tardando hasta dos horas más debido al conflicto entre Israel e Irán.
Ese tiempo extra se traduce en mayores costos de combustible, salarios de tripulación y tasas por sobrevolar diferentes países. Un Boeing 777, por ejemplo, consume unos 7.000 dólares de combustible por hora de vuelo.
Espacios reducidos, más aviones
Las rutas seguras se concentran ahora en corredores estrechos sobre países como Arabia Saudita, Egipto y Turquía. Esto exige mayor coordinación entre los controladores aéreos, que deben manejar más tráfico en menos espacio.
El tráfico aéreo en Asia Central, según Sobie, se ha triplicado en los últimos años. Esto complica aún más la gestión del espacio disponible, especialmente cuando las condiciones climáticas o una emergencia a bordo obligan a maniobras inesperadas.
El precedente de Malasia Airlines
Las aerolíneas conocen bien los riesgos. El derribo del vuelo 17 de Malaysia Airlines en 2014, cuando un misil tierra-aire alcanzó el avión en el espacio aéreo ucraniano, dejó una lección imborrable. Los 298 pasajeros murieron.
Desde entonces, la prudencia se impone. Incluso cuando un espacio aéreo no está oficialmente cerrado, algunas aerolíneas deciden evitarlo si lo consideran inseguro.
El futuro incierto del cielo
No hay forma de anticipar cuánto durarán las restricciones. Algunas, como las impuestas tras choques entre Irán e Israel en 2024, fueron breves. Otras, como las de Ucrania, se mantienen desde 2022.
Las pérdidas para las aerolíneas no siempre pueden recuperarse. Los boletos se venden con meses de antelación y los cambios repentinos reducen las ganancias. Además, adaptar los precios es difícil cuando la demanda y la oferta varían constantemente.

Volcanes: un enemigo silencioso
Stanton advierte que, incluso con conflictos activos, las erupciones volcánicas siguen siendo una amenaza mayor. Las cenizas pueden dispersarse por cientos de kilómetros, afectando el tráfico aéreo internacional en cuestión de horas.
En última instancia, los aviones pueden volar alto, pero nunca lo suficiente como para escapar de los efectos de las guerras, los volcanes o la política global. Cada vuelo, cada ruta desviada, cada asiento vacío, es una consecuencia de lo que ocurre, muchas veces, muy por debajo de las nubes.
Fuente: CNN
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