Durante los últimos años, Latinoamérica ha vivido una intensificación de fenómenos climáticos extremos como sequías, huracanes y olas de calor. Estas situaciones no solo amenazan los recursos naturales, también tienen un fuerte impacto psicológico en las personas. Estudios recientes vinculan directamente el deterioro ambiental con alteraciones en la salud mental, una dimensión aún poco atendida en políticas públicas de la región.
En México, durante el verano de 2024, muchas personas comenzaron a experimentar agotamiento, insomnio y ansiedad, agravados por el miedo a quedarse sin agua. La llamada ecoansiedad se ha convertido en una respuesta común, especialmente entre jóvenes y personas sensibilizadas con el medioambiente.
El vínculo entre desastres y salud mental
Quienes viven directamente un desastre como un huracán o una sequía extrema presentan síntomas inmediatos como miedo intenso, insomnio y estados de alerta constantes. La pérdida de viviendas, medios de vida o incluso del entorno natural puede generar traumas duraderos. Así ocurrió tras el paso del huracán Otis por Acapulco, donde muchas familias quedaron emocionalmente marcadas por lo vivido.
En estos contextos, se vuelve urgente la presencia de equipos de salud mental que puedan ofrecer primeros auxilios psicológicos. Las experiencias de organizaciones como Médicos Sin Fronteras demuestran que intervenir a tiempo puede prevenir trastornos más graves como el estrés postraumático.

El entorno perdido y su impacto emocional
La salud mental también se ve comprometida cuando las personas experimentan la degradación de su entorno. Este es el caso de muchas comunidades indígenas en Brasil, donde la deforestación y las sequías alteran su relación ancestral con la tierra. Para ellos, el cambio climático representa una amenaza a su identidad y cultura, y provoca sentimientos profundos de tristeza y desarraigo.
Investigadores como Antonio Grande señalan que este tipo de sufrimiento tiene nombre: solastalgia. A diferencia de un duelo tradicional, no se trata de perder algo del pasado, sino de ver cómo se destruye el lugar amado en el presente.
Recuperar la salud mental a través de la acción
Aunque la situación es compleja, existen formas de mitigar sus efectos emocionales. Involucrarse en acciones comunitarias y ambientales puede ser un recurso poderoso para quienes sienten que su salud mental se ve afectada. El activismo ambiental, según expertos, tiene un efecto casi terapéutico.
Participar en reforestaciones, educación ambiental o campañas de concientización ofrece una vía para transformar la angustia en compromiso. Para personas como Yanine Quiroz, estas actividades representan un escudo emocional frente al miedo constante de vivir un nuevo desastre.
Un reto pendiente para Latinoamérica
Latinoamérica necesita integrar la salud mental en su respuesta climática. Esto implica no solo brindar atención psicológica, sino también respetar los derechos de los pueblos y adaptar los sistemas de salud al nuevo contexto ambiental. Comprender que el entorno impacta en el bienestar emocional es el primer paso hacia una adaptación más humana y efectiva al cambio climático.
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