La captura de cabecillas de estructuras criminales constituye una acción relevante dentro de la estrategia de seguridad del Estado. Sin embargo, especialistas en crimen organizado advierten que esta medida, aunque necesaria, resulta insuficiente para frenar la violencia y desmontar la economía criminal que opera en Ecuador. Durante 2025, la Policía Nacional confirmó la detención de 20 cabecillas vinculados a las organizaciones delictivas más peligrosas del país, entre ellos alias Fito, Pipo y Fede.
Operativos policiales y alcance territorial
Las acciones para la captura de cabecillas se ejecutaron de manera simultánea y estratégica en provincias como Manabí, Guayas, Esmeraldas, Sucumbíos y Orellana, así como fuera de las fronteras nacionales. Según información policial, estas operaciones permitieron desarticular redes asociadas a grupos como Choneros, Tiguerones, Lobos, Águilas, Lagartos, Pepes y Comando de la Frontera. No obstante, pese a estos golpes operativos, la violencia continúa escalando.
Hasta el 10 de noviembre de 2025, Ecuador registró 7.700 homicidios, lo que representó un incremento del 31% frente al mismo periodo de 2024. Manabí encabezó la lista de provincias con mayor número de muertes violentas, seguida por Los Ríos, Guayas y El Oro, evidenciando que la captura de cabecillas no se traduce automáticamente en una reducción sostenida de la criminalidad.
Golpes individuales frente a una economía criminal compleja
De acuerdo con la Policía, entre los detenidos figuran líderes como Adolfo Macías, alias Fito; Rolando Gómez, alias Fede; y Wilmer Chavarría, alias Pipo. Tras estas detenciones, las autoridades señalaron impactos en delitos como lavado de activos, terrorismo, secuestro, extorsión, sicariato y narcotráfico. Sin embargo, para la experta Carla Álvarez, del IAEN, la captura de cabecillas solo afecta síntomas de un fenómeno mucho más amplio.
Álvarez explicó que las estructuras criminales se reconfiguran rápidamente, como ocurrió en Colombia tras la caída de Pablo Escobar o en México luego de la detención de Joaquín “el Chapo” Guzmán. En consecuencia, el sistema criminal persiste.
Fragmentación de bandas y aumento de la violencia
La criminóloga Daniela Valarezo advirtió que la captura de cabecillas puede generar fragmentación interna, lo que incrementa la violencia. Cuando un líder cae, surgen reemplazos con conductas más agresivas y menos control territorial. Esta situación vuelve a las bandas más impredecibles y peligrosas.
Por su parte, Carlos Bravo señaló que estas organizaciones funcionan de forma jerarquizada y transnacional, con control de rutas, puertos y cárceles, las cuales siguen operando como centros de mando incluso tras las capturas.
Medidas integrales para resultados sostenibles
Los expertos coinciden en que la captura de cabecillas debe complementarse con políticas públicas basadas en evidencia, cooperación internacional, control de armas, fronteras y un sistema penitenciario eficaz. Además, se requiere una intervención social que proteja a los sectores más vulnerables.
En síntesis, aunque 20 cabecillas delincuenciales fueron capturados en 2025, la lucha contra el crimen organizado demanda un enfoque integral que trascienda las detenciones individuales y apunte directamente a la economía criminal que sostiene la violencia en el país.
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Fuente:
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