Las tensiones entre presidentes y vicepresidentas en América Latina son comunes, pero lo que ocurre en Ecuador es notablemente complicado. Desde su elección, Daniel Noboa y Verónica Abad no han intercambiado ni una palabra. Abad, destinada a una misión en Tel Aviv, parece no tener influencia en asuntos internacionales. El arresto del hijo de Abad por tráfico de influencias, que ella atribuye a Noboa, agrava la situación. Este incidente expone un conflicto evidente entre el presidente y la vicepresidenta, generando incertidumbre sobre la estabilidad política y el estado de la democracia en el país.
El conflicto entre ambos es crucial porque, según lo estipulado en la Constitución ecuatoriana, Noboa debe renunciar al cargo con 45 días de antelación a las elecciones y cederlo a Abad, quien está preparada para asumir el cargo interinamente. La reluctancia de Noboa en cumplir con esta disposición constitucional ha generado una tensión constante entre ambos, exacerbada por su intento de convencer a Abad para que renuncie voluntariamente.
Abad está enfrentando una presión extrema, incluyendo una denuncia ante las autoridades electorales por supuesta violación de las normas de campaña, aunque Noboa también ha cometido infracciones similares. Se espera que los intentos de destituir a Abad se intensifiquen a medida que se acerquen las elecciones. Este escenario refleja claramente el conflicto entre presidente y vicepresidenta.
A pesar de las dificultades, Abad está decidida a no renunciar y cumplir su deber como vicepresidenta, incluso temiendo por su vida debido a la animosidad percibida desde el gobierno. Su convicción y resistencia han generado interrogantes sobre la estabilidad política del país y la preservación de la democracia.
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