El presidente Daniel Noboa enfrenta una coyuntura decisiva. Con un nivel de aprobación aún competitivo, pero con señales de desgaste, el principal reto de su Gobierno es definir una agenda clara que le permita recuperar iniciativa política, generar consensos y evitar un mayor distanciamiento con la ciudadanía de cara a 2026.
Las recientes decisiones en materia de seguridad, como la cooperación anunciada con Estados Unidos, muestran un intento por salir de una gestión reactiva. Sin embargo, analistas coinciden en que este esfuerzo aislado no sustituye la necesidad de un rumbo integral que articule prioridades internas y dialogue con las distintas fuerzas políticas y sociales del país.
Una agenda como punto de partida
Para diversos actores políticos, el mayor vacío del Gobierno es la falta de una hoja de ruta explícita. Sin un horizonte definido, resulta complejo convocar a acuerdos amplios o sostener una narrativa de gobernabilidad. La seguridad ha sido el eje más visible, pero tras la consulta popular fallida, ese discurso perdió fuerza sin una estrategia complementaria en empleo, salud y desarrollo económico.
La percepción de que el Presidente ha priorizado escenarios internacionales antes que un diálogo nacional ha profundizado la sensación de desconexión. De ahí que se insista en la necesidad de un mensaje directo al país que exponga objetivos, plazos y compromisos concretos.

Diálogo político y límites del consenso
La posibilidad de un acercamiento con la Revolución Ciudadana genera posiciones encontradas. Algunos consideran que cualquier intento de reconciliación debe basarse en acuerdos programáticos y no en transacciones políticas que comprometan la institucionalidad. Otros señalan que, en el contexto actual, no existen incentivos claros para un pacto de este tipo, debido a agendas incompatibles y desconfianzas acumuladas.
La experiencia reciente demuestra que los acuerdos frágiles, sin una agenda compartida, tienden a romperse rápidamente y a generar mayores costos políticos para el Ejecutivo. En ese escenario, la falta de claridad abre espacio para que otras fuerzas capitalicen el descontento ciudadano.
Rectificaciones y riesgos para el Gobierno
Desde una mirada más crítica, se advierte que el estilo de gestión cerrado y la permanencia de funcionarios cuestionados debilitan la imagen presidencial. Sin rectificaciones profundas, el Gobierno corre el riesgo de perder respaldo legislativo y enfrentar escenarios de mayor confrontación política.
Las recomendaciones apuntan a retomar los intereses ciudadanos, renovar el gabinete, abrir espacios reales de participación y construir alianzas con sectores democráticos, sociales y académicos. La gobernabilidad, coinciden los expertos, no se sostiene solo con control institucional, sino con representación y legitimidad.
El reto de 2026
De cara a 2026, el desafío de Daniel Noboa no es únicamente electoral. Se trata de redefinir el sentido de su Gobierno, recuperar confianza y demostrar capacidad de liderazgo en un contexto de fragmentación política. Sin una agenda clara y sin diálogo efectivo, cualquier intento de consenso será inviable y el desgaste podría acelerarse.
Más noticias:
Captura de cabecillas es clave, pero no frena la economía criminal
