Guayaquil sin noches: extorsión y miedo
Guayaquil no se ve bien de día. Pero por la noche, la extorsión y el miedo la transforman por completo. Lo que antes era vida nocturna, hoy se reduce al silencio y al vacío. Calles vacías, locales cerrados y una ciudadanía en repliegue marcan un nuevo paisaje urbano.

La huida de los barrios
La extorsión y el miedo han provocado una migración interna. Familias enteras abandonan sus vecindarios en busca de seguridad. Muchos se trasladan a urbanizaciones cerradas en Daule o Samborondón. Algunos, simplemente, han dejado de salir por las noches.
Restaurantes vacíos, negocios cerrados
La extorsión y el miedo también impactan la economía local. Según Diego Vivero, hay restaurantes que ya no abren en zonas específicas. Incluso en sectores antes concurridos como Urdesa, los bares cierran temprano. La vida nocturna, que solía dar identidad a estos espacios, está en declive.
Calles sin alma ni luz
La extorsión y el miedo se reflejan en la falta de alumbrado, basura acumulada y espacios públicos sin uso. Parques como el Centenario ahora cierran al anochecer. Quienes antes ejercitaban o paseaban por estos lugares, hoy desaparecen con el sol.
Entre ruinas y abandono
La extorsión han dejado huella en sectores tradicionales. En el centro, las discotecas han sido reemplazadas por locales vacíos. Los vecinos denuncian prostitución, robos y oscuridad. “Guayaquil de noche es como un domingo”, resume Jorge Martínez.
Las rejas como respuesta
La extorsión han llevado a cientos a pedir autorización para instalar rejas. El Municipio ha recibido casi mil solicitudes, pero la mayoría no cumple los requisitos. Aun así, muchas familias han optado por encerrarse.
Negocios sin clientela
La extorsión y el miedo también afectan al norte. Aunque locales siguen abiertos en zonas como Garzocentro o la avenida Baquerizo, la clientela es escasa. Las noches vacías contrastan con la actividad de años anteriores.
El miedo no respeta fronteras
La extorsión también han alcanzado a Samborondón y Daule. En plazas de Ciudad Celeste, los locales bajan sus puertas antes de la medianoche. “La noche es sinónimo de peligro”, admite un administrador.
Un plan sin resultados
La extorsión y el miedo persisten pese a propuestas como las de Gustavo Rivadeneira, quien plantea presencia policial y reubicación de trabajadoras sexuales. Sin embargo, en las calles la realidad sigue igual.
Conclusión
Guayaquil vive un proceso alarmante. La extorsión han vaciado su vida nocturna, debilitado su tejido social y afectado su economía. Los ciudadanos sienten que el tiempo se agota. Pero muchos aún esperan una recuperación que no llega.
Fuente: EL EXPRESO
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