LA inteligencia artificial está transformando aceleradamente la estructura económica global y, al mismo tiempo, encendiendo alertas sobre una posible ampliación de la brecha entre países ricos y pobres. Aunque promete oportunidades inéditas para la productividad, la innovación y el crecimiento, también plantea riesgos profundos si no se gestiona con estrategias equitativas.
LA inteligencia artificial en el epicentro del cambio mundial
El avance tecnológico se concentra especialmente en Asia y el Pacífico, una región que aloja a más de la mitad de los usuarios globales de sistemas avanzados. China encabeza el desarrollo con la mayoría de patentes registradas y un ecosistema de miles de nuevas empresas tecnológicas en expansión. Esta transformación podría elevar significativamente el PIB regional, especialmente en sectores como salud y finanzas, que ya reportan aumentos notables en productividad.
Sin embargo, este mismo auge expone a millones de trabajadores a la automatización, afectando con mayor intensidad a mujeres, jóvenes y comunidades con menos acceso a oportunidades digitales.
Innovación, desigualdad y riesgos emergentes de la inteligencia artificial
Durante décadas, muchos países de ingresos bajos lograron reducir su distancia con los más desarrollados gracias al comercio, la expansión educativa y la tecnología. Hoy, ese proceso corre el riesgo de revertirse. La falta de infraestructura digital, conectividad insuficiente, habilidades limitadas y escasa capacidad de cómputo podrían impedir que numerosas naciones participen plenamente de los beneficios de esta revolución tecnológica.
A ello se suman las inequidades internas: mujeres con menor acceso a dispositivos, jóvenes desplazados de roles automatizables y comunidades rurales invisibilizadas en los datos con los que se entrenan los modelos.

LA inteligencia artificial y el reto urgente de la gobernanza
La región asiática ofrece casos prometedores de administración pública impulsada por tecnología, como plataformas ciudadanas para reportes urbanos o servicios automatizados que reducen trámites. Estas experiencias demuestran que la inteligencia artificial puede fortalecer el vínculo entre gobiernos y ciudadanía.
Pero la mayoría de los países aún carece de marcos regulatorios sólidos. Se proyecta que, en pocos años, una porción significativa de las violaciones globales de datos estará vinculada al mal uso de herramientas generativas, lo que subraya la necesidad de sistemas de gobernanza más robustos.
Hacia un futuro equitativo frente al avance tecnológico
El mensaje es claro: quienes inviertan en capacidades tecnológicas, educación digital y regulaciones eficientes podrán aprovechar plenamente el potencial de la inteligencia artificial. Quienes no lo hagan corren el riesgo de quedar rezagados y profundizar las desigualdades ya existentes.
Convertir este riesgo de divergencia en una oportunidad de progreso compartido depende de decisiones políticas claras, cooperación internacional y un compromiso firme con una distribución justa de los beneficios tecnológicos.
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