Durante la COP16 celebrada en Arabia Saudita, la ONU presentó el Atlas Mundial de las Sequías, alertando sobre los riesgos que las sequías prolongadas representan para el planeta. Este fenómeno, señalado como una de las mayores amenazas a nivel global, se está convirtiendo en la “nueva normalidad” y tiene impactos directos en la disponibilidad de agua, los cultivos y hasta en la generación eléctrica.
El informe resalta que pocos países están tomando medidas serias para mitigar esta crisis, lo que podría agravar la situación en los próximos años.
El cambio climático: un catalizador de sequías más severas
Las sequías prolongadas son exacerbadas por el cambio climático inducido por actividades humanas. Los períodos secos más intensos están contribuyendo a la desertificación y el agotamiento de los suelos fértiles, con impactos directos en la agricultura y la biodiversidad.
En 2024, considerado uno de los años más cálidos registrados, el mundo ha sido testigo de sequías devastadoras en regiones tan diversas como Ecuador, Marruecos, Namibia y el Mediterráneo.
Según los expertos, aunque las sequías tienden a ser menos visibles que eventos como inundaciones, sus efectos son igualmente destructivos, al afectar no solo a las personas, sino también a sectores clave como la energía y el comercio global.
Ecuador en el centro de la crisis
Ecuador no está exento de esta problemática. El embalse de Mazar, uno de los principales para la generación de energía hidroeléctrica, ha sufrido impactos significativos debido a una sequía extrema. Esto ha provocado cortes eléctricos que llegaron hasta las 18 horas diarias en algunas zonas del país, afectando tanto a la población como a la industria.
La falta de lluvias también ha impactado en sectores como el transporte marítimo, con interrupciones en corredores clave como el Canal de Panamá, que es esencial para el comercio ecuatoriano.
Además, los pequeños agricultores enfrentan escasez hídrica que pone en riesgo su producción, generando tensiones económicas y sociales.
Una crisis que afecta a todos
Lejos de ser un problema exclusivo de África o regiones desérticas, la ONU estima que tres de cada cuatro habitantes del planeta estarán expuestos a los efectos de las sequías antes de 2050. Esto incluye desde falta de agua potable hasta interrupciones en el suministro eléctrico y aumentos en los costos de energía.
El Atlas Mundial de las Sequías revela cómo estos eventos están interconectados, creando efectos en cascada que agravan las desigualdades, los conflictos y los problemas de salud pública.
Un llamado a la acción
El informe presentado durante la COP16 insta a los gobiernos, empresas y responsables políticos a tomar medidas urgentes para gestionar y mitigar los riesgos de sequías. Según Ibrahim Thiaw, jefe de la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación (UNCCD), esto requiere un repensamiento radical en la toma de decisiones y la gestión de recursos hídricos.
En Ecuador, este desafío también implica un esfuerzo coordinado entre el Gobierno, el sector privado y la sociedad civil para implementar políticas que promuevan la sostenibilidad del agua, la conservación de suelos y la transición hacia fuentes de energía menos vulnerables al cambio climático.
Las sequías ya no son un problema del futuro: son una realidad que afecta de manera creciente a países como Ecuador. El desafío es adoptar estrategias de adaptación y mitigación que permitan no solo sobrevivir a esta nueva normalidad, sino construir una sociedad más resiliente frente a los impactos del cambio climático.
Mientras tanto, la cooperación internacional y la inversión en innovación serán esenciales para enfrentar este reto global y garantizar el bienestar de las generaciones futuras.
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