Una decisión con efectos estructurales
El reciente cambio en el cobro del servicio de recolección de basura en Ecuador deja al descubierto una profunda debilidad en la gestión municipal, sobre todo en las zonas rurales. El Gobierno determinó que la tasa de recolección de basura ya no se incluirá en la planilla de energía eléctrica, lo que parecía un ajuste administrativo. Sin embargo, esta medida impacta directamente en la sostenibilidad del servicio de limpieza y recolección de residuos sólidos.
De los 41 municipios que utilizaban este mecanismo, 25 tienen más del 50 % de su población en zonas rurales, lo que refleja la fragilidad del sistema. En Taisha, provincia de Morona Santiago, el 93 % de sus 30 773 habitantes vive en la ruralidad amazónica, lo que vuelve crucial la eficiencia del modelo de cobro.
Impacto en los municipios rurales
En Tungurahua, cantones como Tisaleo, Pelileo, Patate, Mocha, Píllaro, Cevallos y Ambato también dependen del sistema eléctrico para recaudar la tasa de basura. En todos ellos, más de la mitad de sus pobladores vive en áreas rurales donde la recaudación directa resulta compleja. La electricidad, hasta ahora, representaba el canal más estable y transparente para mantener el servicio de limpieza operando sin interrupciones.
La eliminación de este sistema obliga a los gobiernos locales a buscar nuevas estrategias financieras y tecnológicas para sostener un servicio que, aunque básico, es vital para la salud pública y la convivencia. La falta de un modelo alternativo podría derivar en rutas suspendidas, botaderos improvisados y acumulación de desechos, con consecuencias ambientales graves.

Quito y el cambio hacia la planilla del agua
En el caso de Quito, donde el 35 % de la población vive en zonas rurales, el cobro se trasladará a la planilla del agua potable. Esta alternativa, aunque viable en apariencia, deja ver un desequilibrio importante: en muchos hogares, la tasa de basura cuesta más que el propio servicio de agua, lo que genera preocupación sobre la equidad y la capacidad de pago de los ciudadanos.
El alcalde Pabel Muñoz reconoció que la Empresa de Agua tiene menos suscriptores que la Empresa Eléctrica de Quito, lo que plantea un nuevo desafío: cómo mantener el equilibrio financiero sin afectar el bolsillo de los quiteños ni generar déficit operativo.
Un modelo que exige eficiencia y transparencia
La nueva modalidad de cobro del servicio de recolección de basura permite que los ciudadanos conozcan con claridad cuánto pagan y por qué. Este nivel de transparencia obliga a los municipios a rendir cuentas, optimizar rutas y justificar sus costos. También promueve una modernización necesaria del sistema, tanto en las áreas urbanas como rurales.
Sin embargo, en comunidades rurales, donde el agua es administrada por juntas comunitarias, el cambio puede resultar poco práctico. Estas organizaciones aplican tarifas fijas y carecen de sistemas automatizados de facturación, lo que complica la incorporación del cobro de la tasa de basura.
Si no se ofrece una alternativa técnica y financiera adecuada, la basura podría transformarse en un nuevo foco de inequidad territorial, profundizando las diferencias entre ciudades y zonas rurales.
Un reto de sostenibilidad
El país enfrenta así un espejo incómodo: ni los sistemas de cobro ni los de gestión de residuos están completamente preparados para operar con autonomía real. Lo que parecía una medida menor revela una verdad más profunda: Ecuador aún no logra resolver la sostenibilidad del servicio de recolección de basura, una función básica pero esencial para el bienestar colectivo.
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